domingo, 12 de noviembre de 2017

Los vendedores de radios

A principios de los años cuarenta del siglo pasado la última novedad tecnológica era la radio, la gente de esta región acudía a escuchar los programas de radio acuciados por la curiosidad, quienes no poseían uno iban a la casa del vecino para escuchar música, radionovelas y los más ilustrados para escuchar las últimas noticias de la segunda guerra mundial que para la mayoría era un acontecimiento muy lejano y sentían que les era muy ajeno. Muchas personas incluso interpretaban esta innovación como producto de un acto de magia.
     Se cuenta que en una casa donde tenían este maravilloso invento una mujer de avanzada edad recriminó a los asiduos radioescuchas allí presentes que habían estado todo el día atónitos escuchando los radioprogramas diciéndoles:
"_¡Ya dejen descansar a esos pobres señores!
    Creyendo que las voces humanas que se escuchaban procedían de personas que estaban actuando en vivo dentro del aparato y creía ella que estaban cansados ya de tanto hablar y cantar.
    Desde luego que para que este maravilloso invento se esparciera por la región requería de vendedores que a lomo de mula llevaban los aparatos a vender hasta los rincones más apartados. Uno de estos improvisados vendedores era Marcos Bocanegra.
    En una ocasión Marcos emprendió un viaje para vender los aparatos por la ruta desde Poturo hasta Santacruz, lo cual era toda una proeza considerando que todavía no había brechas, tenían que caminar por caminos de herradura arreando las mulas cargadas con aquellos extraordinarios aparatos, que dicho sea de paso estaban montados dentro de una gran caja así como requería de una pila también de grandes dimensiones.
    Marcos y su ayudante habían caminado todo el día, habían ofrecido su mercancía casa por casa pasando por varias rancherías. Ya habían subido y bajado cuestas empinadas por el Sauz de la Sierra y pasaron por los quebrados vericuetos de El Salitrillo.
    Cuando ya no faltaba mucho para llegar a Santacruz, cuando iban arribando a El Timbiriche ya estaban al borde de la fatiga y con tanta hambre que les costaba un gran esfuerzo dar cada paso.
    Y resulta que en una de las primeras casas al parecer estaban de fiesta porque se percataron que había varias personas comiendo alrededor de una mesa, en el patio de la casa. Ellos se acercaron, saludaron, y cómo es característico en las personas de esos lugares los recibieron con una gran hospitalidad, y no hubo necesidad de pedirles de comer porque el jefe de la casa de inmediato les ofreció comida. Así que se sentaron también a comer junto con los lugareños que allí estaban teniendo una gran alegría al ver que les estaban sirviendo mole con tamales que con tanta hambre era difícil tener que quitarles la envoltura.
    Y allí estuvieron un rato. Ya cuando terminaron de comer, descansaron un poco y aprovecharon para ofrecer su mercancía.
    Cuando reanudaron la caminata, Marcos le dice a su compañero:
     "_¡Tenía tanta hambre que por poco ni le quito la hoja a los tamales!"
      "_¡A poco tenían hoja!" Exclamó. 
¡Ni le quitó la envoltura a los tamales!

       Autor: Felipe Santacruz.




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